Pocos personajes ha conocido Italia tan polémicos como el ex primer ministro Silvio Berlusconi, fallecido con 86 años este lunes, no obstante, este martes fue despedido con honores en un funeral de Estado en la catedral de Milán (norte) que reunió a las mayores autoridades del país y a su amplia dinastía.
En Italia parecía que nunca ocurriría, pero Berlusconi, el hombre que marcó las últimas tres décadas de política, aliñadas con todo tipo de controversias, el magnate que entraba cada día en la casa de los italianos con sus televisiones, ya forma parte de la historia. Sus restos han sido velados de forma estrictamente privada en su villa de Arcore, en la periferia milanesa, pero tres días después de su muerte fueron acogidos y celebrados con un funeral por todo lo alto ante la plana mayor del Estado, como él habría querido.
Esta tarde su féretro cruzó en coche toda la ciudad hasta los pies del templo, donde esperaban sus cinco hijos, Marina, Pier Silvio, Barbara, Eleonora y Luigi, y su última novia, la diputada Marta Fascina, que lloraba desconsolada. El ataúd, trasladado después en procesión escoltado, recibió las honras de un piquete del Ejército de tierra, la Marina y la Aeronáutica, mientras las banderas de la plaza -y de todo el país- ondeaban a media asta.
En la calle, cerrada con verjas, miles de seguidores del empresario que aguardaban desde primera hora pese al calor de justicia rompieron en vítores en cuanto el coche fúnebre irrumpió en el lugar. «Un presidente, solo hay un presidente», coreaban cientos de apasionados del fútbol, agradecidos por las decenas de trofeos que conquistó con el Milan.
Dentro del templo esperaban más de 2.000 almas, entre políticos -tanto aliados como opositores-, empresarios, representantes de los órganos constitucionales, autoridades nacionales y europeas y el presidente de la República, Sergio Mattarella. El ataúd fue llevado ante el altar del templo y puesto sobre el suelo, decorado con flores blancas y rojas, que con sus hojas verdes formaban la bandera italiana, y una foto oficial del político.
A pocos metros, en primera fila, lloraba desconsolada Fascina, medio siglo más joven y que le ha acompañado durante su enfermedad, la leucemia, y hasta el final. A su lado se sentaban los cinco hijos del magnate, empezando por su primogénita, Marina, presidenta de la sociedad de cartera familiar, Fininvest, que dedicó alguna caricia sobre el hombro a la «viuda». Así como Pier Silvio, responsable del emporio televisivo Mediaset, ambos fruto de su primer matrimonio con Carla Dall’Oglio, y los tres más discretos, Bárbara, Eleonora y Luigi, tenidos con la actriz Veronica Lario, quien una fila más atrás cuidaba de los quince nietos del político.
El funeral de Estado y el luto nacional, seguidos en directo en la televisión pública italiana, cierra la «era de Berlusconi», aquel carismático político que ascendió en 1994 tras el colapso de la II República, el sistema político de la posguerra corroído por la corrupción. Pero al mismo tiempo abre una página incierta sobre su imperio empresarial y político. En primer lugar, deberá aún esclarecerse el futuro de un ingente patrimonio de más de 6.000 millones de euros entre las compañías de Fininvest, como la televisión Mediaset, o el club de fútbol Monza, además de numerosas propiedades y villas por todo el país.
